Historia de Atanzón

ORIGEN

La fundación de Atanzón es incierta. Si bien, según algunas fuentes, podría haber existido una población en época árabe (Atanzón deriva del árabe molino) ésta se hubiera ubicado no donde se asienta el actual núcleo urbano sino en el fondo de la vega del río Ungría para aprovechar la fuerza hidráulica. Sea como fuere, no se tienen referencias de la existencia de Atanzón hasta pasadas las huestes de la Reconquista.

La hipótesis que cobra más fuerza para situar el origen de lo que hoy es Atanzón es la repoblación que se iba haciendo según los reinos cristianos avanzaban por la península. En el año 1085 cae la taifa de Toledo en manos del rey cristiano Alfonso VI. Con ese suceso las tierras de Guadalajara y su entorno pasan a formar parte de los reinos cristianos.

Después de conquistar un territorio, el siguiente paso era repoblarlo para poner en valor la tierra y para defender el sitio, evitando incursiones en la retaguardia. En este proceso es donde más posibilidades hay de que apareciese Atanzón como un nuevo asentamiento fruto de la reconquista. Esta teoría se corrobora con la pertenencia de Atanzón al Común de Villa y Tierra de Guadalajara. Alfonso VII otorgó un fuero en 1113 a este ente, puesto que era tierra de realengo, es decir, estaba sujeta a la jurisdicción del rey. Gracias a estos fueros, se atrajo población del norte de Castilla y Navarra, llegando así nuevos pobladores. En 1219, Fernando III concede el fuero largo al común de villa y tierra, ampliando la jurisdicción con la creación de un concejo.

De estos fueros, cartas puebla y demás concesiones, debió surgir la aldea de Atanzón.

LOS PECHA y LOS ALVAR GÓMEZ DE CIUDAD REAL

En el reinado de Alfonso XI, el Común de Villa y Tierra de Guadalajara pasa a ser de su esposa, María de Portugal, al entregárselo en arras como parte de la dote de boda.

Fernán Rodríguez Pecha era camarero mayor de Alfonso XI y, casualidades del destino o no, se casó con Elvira Martínez, camarera mayor de la reina que ya estaba arraigada en Guadalajara. Fernán Rodriguez y su esposa se asentaron entonces en Guadalajara con la ayuda de unas donaciones regias y crearon su mayorazgo. El señorío de Atanzón les fue concedido por la reina.

Al salir Atanzón de la jurisdicción de Guadalajara se produjeron litigios durante los siglos siguientes por el aprovechamiento de montes y pastos.

La familia Pecha tuvo relaciones con los Alvar Gómez y fruto de los acuerdos matrimoniales la nueva casa prosigue con la administración del señorío.

Con esta familia se construye la iglesia de Nuestra Señora de la Zarza, en la que dejan plasmado en la portada el escudo de los señores y el mayorazgo.

LOS MENDOZA

Diego Hurtado de Mendoza llega a Atanzón a raíz de un trueque con Iñigo de Valdés (de la familia de los Alvar Gómez de Ciudad Real y poseedor del mayorazgo) para cambiarse las villas de Maqueda y Atanzón. Con este trueque, que provocó una serie de pleitos entre la nueva familia y los herederos de los Alvar Gómez, la villa de Atanzón queda incluida en el patrimonio de una de las familias nobiliarias más importantes de España y permanece en la casa Mendoza hasta la abolición de los señoríos.

Entre tanto, la villa de Atanzón va creciendo y atravesando las crisis que el devenir histórico va marcando.

VIDA COTIDIANA

A nivel demográfico, la población se mantiene estable y en un ligero ascenso, según puede extraerse de las ejecutorias de pleitos de Atanzón en los que se resalta la importancia de la viticultura como principal motor económico unido a un telar, ya en decadencia a finales del siglo XVII y principios del XVIII. El resto del potencial económico debió estar conformado (como la gran mayoría de las zonas rurales españolas) al autoabastecimiento, es decir, una economía de subsistencia con predominio del cultivo de cereal, complementado con huertas y una cabaña ganadera de ovino y caprino modesta que también surtiría de materia prima a los telares.

En cuanto al patrimonio cabe destacar dos despoblados: San Marcos y El Villar, ambos arrasados casi con toda seguridad por las pestes. Hay que recordar que era habitual en las aldeas que, con la llegada de la peste, se prendiera fuego al poblado para evitar la propagación de la enfermedad, quedando el lugar maldito.

Otra construcción, hoy desaparecida, fue la ermita de Santo Domingo, destruida durante la Guerra de Sucesión en 1710, de la que hoy no quedan vestigios visibles y que se especula que pudo tener factura románica y contar con un capitel (con referencias a una antigua leyenda). Estuvo situada en el cerro de El Marañal.

Adrián Pérez Piña on Email