Los atanzoneros entonan con fuerza los Mayos en las ermitas
La plantada del Mayo no se pudo celebrar por falta de jóvenes.
Las doce de la noche del recién estrenado mes de mayo, con una notable presencia de público que se había dado cita en el interior de la ermita de la Soledad, fue el momento, tras la breve introducción de presentación que hicieron el conductor musical, Valentín Pérez Sigüenza, y la presidenta de la asociación cultural Carravilla, Carmen Campos, en el que comenzaron a escucharse los primeros acordes dedicados a la virgen de la Soledad. Los primeros Mayos de la noche fueron entonados por miembros de la Zambombada de Atanzón, acompañados a los instrumentos de cuerda por componentes del grupo Cantiga Folk.
A la finalización, toda la comitiva se dirigió a la siguiente parada, la ermita de la Concepción donde, en su interior, continuaron interpretándose más Mayos, además de las jotas que músicos y acompañantes siempre se lanzan a cantar con gran pasión. Tras ello, la imagen de la Inmaculada, portada a hombros por las mujeres del pueblo, abandonó por un mes donde se encuentra custodiada todo el año, para dirigirse a la iglesia y permanecer allí hasta el último domingo de mayo.
Para prolongar la fiesta de los mayos, la asociación cultural Carravilla repartió en el salón del Centro Cultural un chocolate con bizcochos.
El otro acto que desde antaño, y hasta hace cinco años que se siguió celebrando, iba ligado con esta fiesta, como es la subida y plantada del Mayo que se suele desarrollar durante la misma madrugada, de nuevo volvió a quedarse sin llevar a cabo por falta de gente joven que se sintiera identificada. Una tradición que reunía a los mozos de una misma generación, en donde la unión y el esfuerzo por conseguir izar el chopo más alto cada año en la plaza del pueblo y el posterior reparto de las floridas ramas a las mozas pretendidas, mientras les rondaban, eran la esencia de esta antigua costumbre, y que, hoy por hoy, no tiene visos de volver a recuperarse.
