Pocas emociones en el segundo encierro por el campo, que no terminaron de satisfacer las expectativas creadas
El astado, que mostró algo más de bravura que el de la jornada previa, consiguió entrar en la plaza.
Como el día anterior, los mansos volvieron a tener su protagonismo pero, esta vez, con unos corredores y mozos más pequeños. Siguiendo la estela de la bueyada infantil que tuvo lugar en la festividad de San Marcos, en esta jornada se repitió para deleite de niños que ya llevaban todo el verano practicando con sus carretones en el nuevo tramo de talanqueras. Así, los jóvenes aficionados, corrieron arriba y abajo la calle Reina María Cristina con la misma o más emoción que sus mayores.
En torno a las cinco y media de la tarde, la plaza de Atanzón se llenó de vida y resonaron al igual que el día anterior la seguidilla y el cántico a San Agustín para pedir protección a los mozos durante el encierro. Este día la climatología se mostró más favorable aunque las nubes, presentes y amenazantes, se hacían notar.
En esta ocasión un toro del hierro Urcola salió a la plaza donde le esperaban ya los mansos. La salida fue buena aunque la presencia de los mansos desluciera la figura del toro como protagonista. A su salida, el astado arremetió contra algunos de los mansos, dando buena cuenta de su bravura. Con el cohete y la apertura de la compuerta se vivió una bonita salida de la plaza.
Una vez en el campo el toro dio más juego que el del día anterior y volvió a llamar la atención el trabajo de los caballistas y sus perros para recortar al toro. En este aspecto es remarcable que el Urcola, aun buscando la huida, llegó a ser encerrado en la plaza con la ayuda de algún vehículo todoterreno. Los momentos más llamativos del encierro se produjeron alrededor de las pirámides de alpacas y de los remolques, desde los cuales los mozos citaban y hacían algunas carreras.
Con el toro encerrado en la plaza y los mansos en los corrales se vivió un momento en el que un “¡Ay!” se escapó del público al acercarse a la “famosa” pared, cubierta este año por una tela verde.
A pesar de los intentos para que el astado entrara por su propio pie a los toriles, no hubo suerte y la opción por la que se optó fue por su muerte en la plaza de manos del director de lidia. A las nueve y media de la noche terminaron así los festejos taurinos en la villa de Atanzón.
Por la noche, el escenario junto al juego pelota, contó en esta ocasión con una doble actuación: en primer lugar con la presencia del trío Tierra, cuyos componentes hicieron las delicias sobre todo de los más bailongos; y tras ellos el grupo local R16, que desplegaron su amplio repertorio de versiones de rock hasta la madrugada.
